Hace mucho,
muchísimo tiempo, en la época de los dinosaurios más antiguos, no existían las
flores. Las plantas de semilla de esos tiempos desparramaban su polen al viento
con la esperanza de que algunos pocos de todos los millones y millones de
granos que producían llegaran a destino, al órgano femenino de otra planta de
la misma especie; allí la fecundaban y así se producían las semillas de la
nueva generación.
En ese entonces
había, eso sí, insectos voladores. Los insectos fueron posiblemente los
primeros en descubrir la magia del vuelo, mucho antes que los reptiles
voladores, las aves o los murciélagos. Cuando alzaron vuelo estas pequeñas
creaturas descubrieron un nuevo papel, un nuevo nicho ecológico, como lo llaman
los biólogos, que les permitió reproducirse y multiplicar su variedad de formas
y estilos de vida de manera extraordinaria.
Posiblemente las
libélulas fueran los primeros insectos voladores, feroces predadores que
devoran incansablemente muchos otros tipos de insectos y de otros pequeños
animalitos. En verdad que las libélulas son aún más antiguas que los
dinosaurios más primitivos. Después evolucionaron otros tipos de insectos tales
como abejas y avispas, moscas de muchos tipos y escarabajos. Las mariposas y polillas
llegarían mucho más tarde como veremos más adelante.
¿Qué tiene que
ver todo esto con las flores? Mucho, como paso a describir; ya mencioné que en
ese entonces no había aún ningún tipo de flor, pero sí habían plantas que
producían grandes cantidades de polen y el polen es muy nutritivo, muy rico en
proteínas. Entonces no faltaron insectos voladores que aprendieron a aprovechar
este valioso recurso. Haciendo uso de sus alas podían ir de planta en planta
recogiendo su alimento aquí y allí. Ocurrió entonces que algunos de esos granos
se adherían a sus patas o cuerpos y que al llegar a otra planta algunos de
ellos quedaban allí, justamente donde la planta los necesitaba para la
fertilización y producción de nuevas semillas. Si bien comían mucho polen resultaban
un mejor medio de transporte que el viento, así que le estaban haciendo un
beneficio a las plantas aumentando sus probabilidades de fecundación.
Nos cuentan los
paleontólogos que posiblemente los primeros polinizadores eran moscas o
escarabajos y que las abejas llegaron un poco más tarde. Pero, éstas una vez
que empezaron a hacerlo refinaron la técnica de acarrear polen al extremo
convirtiéndose en los polinizadores más importantes.
En respuesta a
esta nueva función de los insectos voladores, las plantas cambiaron de
estrategia. En vez de tratar de rechazar a estos animalillos empezaron a buscar
la forma de atraerlos. Rodearon esos órganos productores de polen y de óvulos
con hojas modificadas de colores vistosos, los pétalos, y agregaron perfumes
que servían para orientar a los polinizadores, también algunas comenzaron a
suministrar néctar. Es decir, crearon las flores por primera vez en la historia
de la tierra. Otro cambio, muy importante para la planta, fue que protegieron
mejor a los óvulos, los que habrían de convertirse en semillas; no sea que a
los visitantes se les vaya la mano en su glotonería y se coman también éstos.
Los encerraron dentro de una cubierta protectora y ésta es la que da el nombre
científico a las plantas florales, angiospermas. Esta palabra quiere decir
semillas encapsuladas.
En respuesta a
estos cambios, los insectos también empezaron a desarrollar nuevas
adaptaciones, en especial las abejas que se volvieron totalmente dependientes
del polen y néctar para su alimento y el de sus crías. Se volvieron peluditas
para que el polen se quede prendido a ellas y desarrollaron canastitas en sus
patas u otras partes del cuerpo para poder llevar una carga mayor de polen a
sus crías. También desarrollaron una lengua más larga para poder libar el
néctar. Aparecieron también las mariposas, con lenguas aún más largas que les
permitían llegar aún más lejos dentro de la flor.
Las flores
respondieron creando nuevas y variadas adaptaciones y así es como fue surgiendo
la inmensa variedad de flores que existen hoy en día. También así es como las
plantas florales o angiospermas llegaron a ser la forma de vida vegetal más
dominante de la tierra (aunque no de los océanos); otro tanto se puede decir de
los insectos en el reino animal: Un rotundo éxito de la alianza entre las
flores y los insectos voladores.
Cabe agregar que
esta alianza afecta a muchas otras formas de vida, incluso a nosotros. No sólo
a las flores, cuya belleza siempre admiramos y disfrutamos incansablemente y
que sirven de inspiración a poetas, músicos y enamorados; sino también a la
mayoría de las frutas y verduras que forman una parte fundamental de nuestra
dieta
© Beatriz
Moisset. 2005